EL BEARNÉS, SE CONSTRUYE
Cruzar una aldea de Béarn a menudo causa una sensación de calidez frente a estos grandes y típicos edificios. Estas casas tienen una auténtica alma y no hay duda de que tendrían muchas cosas que contar. Aquí se han sucedido muchas generaciones, perpetuando cada una de ellas las costumbres heredadas de las anteriores. Frente a estas grandes casas rematadas, aquí en Béarn de Gaves, con tejas picon (tejas planas típicas) en cálidos colores tierra, y cubiertas con los guijarros suaves del Gave con formas redondeadas, nuestra imaginación da vida a preciosos momentos familiares. Abuelos, padres e hijos trabajando juntos en el patio, en el establo, en el huerto, para alimentar a los animales; trabajando en los cultivos de temporada, ordeñando las vacas…, al amanecer, durante el día, o por las tardes, pero siempre con el mismo entusiasmo, la misma motivación y el mismo apego a su familia, su tierra, sus raíces. Pequeñas paredes, visibles en los prados, también cubiertas de guijarros, en forma de «hojas de helecho» o «huesos de pez»: es la pasión e inocencia de los más pequeños lo que nos llena nuestra imaginación, haciéndoles trepar, saltar… Todo esto con alegría y risas. Y, cuando en invierno las chimeneas de estas casas humean, en las noches alrededor de la chimenea, nuestra mente se pierde… Una noche cálida, cerca de la hoguera, escuchando a los ancianos contar historias mientras se degustan castañas asadas…
Algunas de estas casas pueden parecer atípicas y se prestan a una sonrisa ante la mención de su nombre, como « la clouque » en los alrededores de Salies-de-Béarn. Una casa con un nombre de pollo… pero, ¿Por qué se llamará así? ¿Será un gallinero? ¿Un mercado de pollos?… Esta pequeña casa toma su nombre de su forma, que recuerda la calidez de una gallina abrigando a sus crías bajo sus alas. ¿Cómo no sentir apego a nuestra cultura después de esto?